Seres chatos y condecorados

En los últimos tiempos, mi vida ha cambiado tanto, tanto, que ya ni me reconocen quienes me conocían. Elegí voluntariamente ejercer lo que vine a hacer en esta vida. Serena, en paz. He podido construirme mi propio espacio. Un pequeño círculo, íntimo, en el que estoy y espero... dispuesta para acompañar a quien me encuentre. No necesito títulos, condecoraciones, ni jefaturas de nada. Todo lo dejé atrás. Que se arreglen los otros. Hago mi tarea con pasión, Pequeñas gotas de felicidad alimentan mi espíritu (lo que no es poco) Mi tarea es estar como invitada, en el centro mismo del Universo del Amor cuando llega a este mundo un nuevo ser humano. Ya me dí cuenta a fuerza de palos y quemas en la hoguera (de vanidades y ambiciones ajenas) cuál es mi lugar. Y lo acepto con humildad, alegría y gozo. Ya fui criticada, segregada, discriminada. Estuve en todos los lugares posibles que ideó mi Plan de Vida como destino, para que; finalmente; me diera cuenta. Soy como soy y me muestro como me vés.

No me gustó nunca "pertenecer". Jamás encontré mi lugar en el mundo, hasta el momento supremo en que dije BASTA. Y al alejarme de todo, ENCONTRÉ MI LUGAR y se me fueron acercando otros seres. Estos eran los que estaba buscando!!! Seres que se mueven en la conciencia de otra forma de vivir, otra forma de "hacerse cargo" de sus propias existencias. Seres de ojos bien abiertos a los mandatos del espíritu, que no se avergüenzan de decir "yo amo" "yo quiero" "yo deseo" Y lo dicen libremente. Y buscan su propio camino con entereza y obstinación. Son seres a los que la vida no les pasa por el costado, la viven y la disfrutan. Seres que no se entregan fácilmente a las costumbres de la maquinaria inventada por esta sociedad en la que vivimos, que nos convirtió en piezas de un engranaje de la producción en serie. Son seres que no quieren aceptar "ser parte del negocio" (de los otros) Son seres como yo.

A medida que esta metamorfosis se iba apoderando de mí, fui abandonando (y olvidando) mis peleas antiguas. Encontré mi propio lenguaje y pude ensamblar mi mundo interior con mi mundo exterior. No me gusta "pertenecer" , ni me gustó nunca. Soy un alma solitaria, que se nutre en la soledad de los espacios abiertos del espíritu (aunque por períodos me reúno en pequeños grupos, hasta que mi Ser Interior me exije nuevamente el espacio abierto -donde todo es posible- sin compañía de lastre) .. Es que viajo mucho mejor sola -por eso me gusta tanto Clarissa Pinkola Estés (cuando ella escribía, me estaba describiendo con extremo detalle... No, no me identifiqué con ella... SOY lo que ella escribe) Será por eso que nunca llevé mucho equipaje en los viajes que realicé. Prefiero la foto al souvenir. Prefiero el recuerdo en mi memoria, antes que al fetiche del objeto.

Pero, siempre tiene que aparecer ALGO que dispara mis conductas aborrecidas anteriores. Es que no me gusta la estafa emocional, el manoseo de la inocencia del otro. Tengo una profunda aversión por los seres grises, ambiciosos, chatos, que; para sentirse "alguien" en esta vida; se encaraman en el vértice de los buenos propósitos ajenos... y se disfrazan de corderos condecorados con títulos para los que NO han ameritado. Aborrezco visceralmente la mentira. Siempre pude mirar más allá de los ropajes exteriores ... y pelar las capas de la cebolla es el juego que más me gusta (aunque una y otra vez, descubra que en el centro de la cebolla NO HAY NADA... como dice una fábula oriental que me contaba mi madre cuando yo era chica. Cuánta razón tiene) Y entonces; otra vez; como el martillo en el clavo, vuelvo a machacar en lo que NO ESTÁ BIEN. Y me reitero en mis patrones antiguos de conducta, que creía haber abandonado... voy construyéndome escenarios posibles en donde confrontar, trato de imaginar cómo y qué voy a decir... anticipo todas las respuestas que se me ocurren frente a cada situación imaginada.. conversaciones posibles... Vale la pena?

Me dura unos días, hasta que vuelvo a convencerme de que tengo que despojarme -otra vez- de esos sentimientos y conductas reiterativas de mi pasado. Allá ellas... acá yo. Cuando emerjo de esta nueva confusión, me doy cuenta de que NO VALE LA PENA ACLARAR NADA. El universo se encarga de poner las cosas en su lugar (para mí)

Porque si hay algo que aprendí en esta vida, es que ambos; tanto el martillo como el clavo, se lastimaron por igual. Así que... dejo de martillar mi cerebro con lo que no tiene arreglo. Y recupero el silencio nuevamente, que es la puerta que se nos abrirá -alguna vez, en un futuro no tan lejano- para que se exprese la verdad, con todos sus sonidos posibles. El tiempo me dará la razón.